Ver cómo mi tarot comienza a tomar forma en la imprenta es uno de los momentos más mágicos y significativos de mi vida. Detrás de cada carta hay una historia, una energía, una canalización profunda que nació desde el amor, la fe y el deseo de ayudar a otros a conectar con su propia luz interior.
Este tarot comenzó como una visión, una inspiración que llegó en mis meditaciones y sesiones de conexión espiritual. Poco a poco, fue tomando forma entre mis manos: los símbolos, los colores, los mensajes y las energías que cada carta debía contener. Fue un proceso de creación lleno de intuición, paciencia y entrega, donde cada trazo y cada palabra tenían un propósito: sanar, guiar y elevar el alma de quien lo utilice.
Hoy, al ver las máquinas imprimiendo esas cartas que alguna vez solo existieron en mi mente y en mi corazón, siento una profunda gratitud. Es como ver materializado un pedacito de mi alma. Cada carta lleva impresa una parte de mi historia, de mis aprendizajes, de mis rituales y de mi conexión con lo divino.
Este tarot no es solo un mazo de cartas; es una herramienta de luz y transformación. Fue creado para acompañar procesos, abrir caminos y ofrecer respuestas desde el amor. Es un puente entre el mundo espiritual y el humano, una guía para quienes buscan entender los mensajes del universo y de su propia energía interior.
Verlo nacer, salir del papel, oler la tinta fresca y tocar esas primeras cartas es un recordatorio de que cuando creamos desde el alma, todo es posible. Los sueños se manifiestan cuando los sostenemos con fe, cuando los alimentamos con amor y cuando confiamos en el tiempo perfecto del universo.
Hoy celebro este logro con el corazón lleno, sabiendo que este es apenas el inicio de un nuevo ciclo: uno donde mi tarot podrá llegar a muchas manos, a muchos corazones, y ser parte de la transformación espiritual de quienes se atrevan a mirarse a través de él.